Hola:

envío las cosechas en español. Estábamos en un Underscore modifcado, lo siento, todavía no hablo inglés y mis alumnos tampoco.
El taller se llama “escrito con el cuerpo”, es un taller de contact que guío para terminar escribiendo con alguna consigna un texto cada uno.
Durante el taller del underscore, hicimos un juego en el que escribieron cuatro textos entre todos, estos los tengo que tipear para enviar.

Ahora, les envío los textos de cada uno, las cosechas individuales de ese dia:

De Enrique Massonier:

UNDERSCORE
Marina estaba encantada de participar en el Underscore Global.
Hacía tiempo que estudiaba Contact Improvisation, después de varios años de estudiar danza. De chiquita había ido a estudiar ballet, entre los 5 y los 8 años. Luego había suspendido, pero a los 15 se puso a estudiar danza. A los 18, su amiga Silvia la entusiasmó para anotarse en clases de CI.
Silvia no bailaba tanto, pero estudiaba “actuación”. Tenía un trabajo original: era modelo “vivo” en un taller de pintura. Usaba el pelo llamativamente rojo, tenía un piercing en la nariz y siempre estaba buscando algo diferente.
Marina al principio se desconcertaba un poco con su amiga, pero se reían mucho juntas, y si pasaban varios días sin verse, alguna de las dos mensajeaba.
Las clases de CI habían entusiasmado a Marina, al punto de que Nancy Stark se transformó en su ídolo. Marina se hizo una trenza igual, y se tiño el pelo de plateado. Junto a su amiga de pelo rojo, eran un dúo que llamaba mucho la atención.
Hernán las miró impresionado cuando entraron. Él era ayudante de filmación del Underscore, lo que le exigía involucrarse pero con cierto distanciamiento. Tenía 19 años, y era la primera vez que filmaba danza. Lo ayudó mucho que lo invitaran a participar en el Pow Wow.
A partir de ese momento, el sitio se inundó de “aquí y ahora”, como encantado.
Pero por la mitad del evento, Hernán vio venir a Marina y Silvia muy preocupadas.
“Mi bebé está enfermo! “, dijo Silvia. “Me llamaron que tiene 40 de fiebre, y tengo que llevarlo al hospital!”.
Cuando Hernán quiso acordar, manejaba a toda velocidad el auto de su papá camino del hospital, con una madre gimiendo y un bebé llorando, sumergido en un viejo deseo: salvar al hijo de “la Maga”.
Fin de baile, comienzo de viaje.

De Magdalena de Torres:

La mujer y su cabello rojo exuberante,  que  le tapa la cara, y no le permite ver lo que hay a su alrededor. Se traslada sigilosamente intentando que nadie la observe.
Se siente liviana, casi despegada de la tierra, tiene en su andar una fluidez que se confunde con el movimiento de los peces en el mar.

Lleva puesto un vestido que combina con su pelo enrulado rojo carmesí.
El espacio donde se mueve no es una pecera ni el mar.
Si estuviera en la pecera todo el mundo la podría observar y eso es lo que ella no quiere, su imagen se vería distorsionada frente a la mirada de los demás.
Tampoco está en el mar, allí se confundiría con los corales y un sin fin de peces a los que sólo buceando se podría alcanzar…

Quizás su vestido rojo no sea el adecuado para andar en el salón de piso flotante y madera.
Flota, flota, y se confunde con el enjambre de cabezas, pies, piernas, muslos, caderas, manos y brazos de distinto tono y espesor.
Decide meterse y confundirse con esa masa humana. Rola, rola, y se encuentra con una larga trenza blanca que le permite subir a la espalda de…
esa piel, esa que estaba buscando, y sin proponérselo encontró.

De Laura Diaz:

Valentina era valiente. Su sombra ya no era aquel oscuro reflejo de su miseria, ahora la acompañaba por donde iba pero de forma benévola, esperando a que saque aquello que podía ser, que podía hacer, sentirse libre. Esa sombra que ahora la acompañaba en cada calle, cada baldosa, cada muro, en medio de la plaza pisando la hierba, paseando por la Rambla, atravesando el mosaico de Miró. Fue aquel día en el que todos la esperaban expectantes, mirando el punto desde donde salían todos lo acordes, las voces, los ritmos del jazz y del rock, Algunos danzaban, otros sólo miraban. Aquel preciso día en el que se me ocurrió cambiarme al rojo. Me llevó mi tiempo, primero leer detenidamente las instrucciones, no mojar el pelo, con el cabello seco me aplico primero en las raíces, dejo cinco minutos y luego extiendo a las puntas, dejar una media hora mas o menos y lavar con abundante agua. Me sequé el pelo y me miré al espejo, que bien estos de L’Oreal, es un rojo perfecto. Me pongo guapa tanto como me sentía últimamente y salí a la calle. El coche estaba frío, costaba encender, dice el termómetro del salpicadero tres grados bajo cero. A los cinco minutos ya estaba con calor. Me cruzo con un amigo que sale del bar del pueblo, lo saludo tocando la bocina rítmicamente  un par de veces, él alza la mano señalando su pelo y me dice algo que no entiendo pero igual le sonrío y continúo la marcha. En el peaje estaba la policía parando, no me paran, menos mal, estoy justa de tiempo. Encontrar un lugar para aparcar en pleno centro de Barcelona se vuelve difícil pero lo logro, aunque tuve que caminar unas cuadras. En la puerta del bar estaba Pep con su quinto en la mano, un cigarrillo en la otra y su abdomen imitando a un  barril de cerveza. Me mira cuando entro y me dice con su voz cascada , inclinando la cabeza en cada palabra pronunciada,“ a ver que sale hoy ” yo le sonrío y no digo nada. Comienza tocando una banda un tema de rock del viejo, alguien dice de quien es pero no logro escuchar, la música está muy fuerte. Luego sube Martín y su banda, abrazado a su guitarra roja tan fina como él y su pelo largo que se entrevera con las cuerdas y los dedos que vuelan en los trastes como  arañas bailadoras. Luego de tocar me mira y me grita, vamos Vale, te toca, sube!! Yo sonrío sin más con una sonrisa que muestra todos los dientes y hasta con un sonido de satisfacción. Me siento frente a las teclas, acomodo el micro y comienzo con la intro de un tema que me gusta mucho hacer “Have you ever fed a lover with just your hands”… La gente grita, aplaude, se escucha uno que dice “bravo la pelirroja!!” y yo sonrío y me siento desnuda con la piel muy blanca como el día  que nací.

 De Vanesa Gonzalez

VOLAR
La tierra siente el tacto de la gente, ella no espera nada de las personas pero necesita el pisar, el arrancar de ella algo, la rabia, el tacto que enfurece lo que no ven debajo de ellos, se endurece el tiempo que no llega a disiparse.
Hay una jungla de brazos que buscan lo inencontrable, pero callan y mueren  y ríen porque buscan, simplemente buscan.
Hombres y mujeres miran a un lugar, hay alguien que sobre eso entiende más que ellos, escuchan, mueven los hombros en señal de descontracturar algo que no entienden pero está ahí, estancado como una roca firme y dura.
Miran a ese otro que habla y explica, la tierra que los sostiene asiente con la cabeza en señal de agradecimiento, y los mortales que apenas a veces la recuerdan, ante su gesto certero, tiemblan sobre el piso.
Una mosca revolotea sin tregua sobre la nariz indecisa de un joven, molesta, no lo deja concentrarse. Pero las palabras llegan igual a esa zona del alma en donde sucede todo sin que él y su nariz lo sepan.
Los colores visten  la zona de la gente que no viste haca adentro nada, absolutamente nada, porque la gente, ésta gente, está desnuda y feliz.
Entretienen la costumbre de querer volar, siempre querer volar, aunque digan que es otra cosa lo que buscan, todos, lo único que quieren en la vida es aprender a volar.. Pero la tierra no los deja porque necesita el tacto.
Entre ellos, sobre ellos, algo aparece, alguien nace del humo frío cuando sale de sus bocas, se va formando en le aire algo, es una imagen, es bella y escurridiza, es blanca, su espalda es blanca y su pelo es rojo, en la mirada esconde dos o tres palabras que dan miedo, en sus ojos claros la mujer pájaro, pájaro mujer accidente del aliento de la gente hermosa, hermosa mujer pelirroja que seduce, mira por detrás de su propio hombro, blanco y suave, invita a retirarse y no se cansa de la energía cada vez más fuerte de sus ojos cristal , cristal mirada azul y roja.
Nadie la ve, la gente respira porque sabe, porque respirar es un regalo de la tierra; la gente expira y el aire sale así, naturalmente y se mezcla con el aire de otros y forman a esa mujer humo que vino a molestarlos.
La persona hacia donde todos miran la ve, y disimula su presencia hasta el cansancio.
La tierra se sonroja de no poder sentir su tacto. Se sonroja y se alegra de que nadie vea el monstruo que esconde la belleza de una mentira, de un engaño, de alguien que una vez, pensó que ya lo había logrado y dejó de querer aprender a volar.
VANESA

Espero que se puedan leer igual, un abrazo desde el frio llegando al sur!

Mariana Casares